Luego de la lectura realizada al artículo “Los paradigmas de la producción y su impacto en el mercado laboral”, si bien es cierto que los cambios y la celeridad de las transformaciones que está experimentado el mundo del trabajo, se traducen en el paradigma de la producción flexible, los impactos ocasionados por dichos cambios se caracterizan por la progresiva eliminación del modelo taylor-fordista, la transformación de las estructuras empresariales, el acceso a la información y participación, el compromiso con la calidad, nuevas formas de remuneración, el trabajo en equipos y por proyectos. Dentro de este contexto, es lógicamente evidente que los nuevos paradigmas productivos han oprimido la complejidad y diversidad de las situaciones sociales del trabajo, al aspirar aplicar genealogías únicas para las mismas.
Críticamente el mercado de trabajo ha sido despojado de su retórica más amable, al permitir la optimización y adaptación de los factores de la producción, a las variaciones de la economía. La tecnología no ocurre por azar, son las fuerzas dominantes en un determinado contexto histórico las que determinan su curso; su importancia es evidente en el terreno laboral ya que la influencia en las relaciones de trabajo y organización de la producción a nivel interno de las empresa, radican en el entorno de la sindicalización, las negociaciones colectivas, el marco legal y el mercado de trabajo. Es bien conocido por todos que desde la Revolución industrial hasta la aplicación de las nuevas tecnologías que invaden día a día a día los cambios industriales, están revolucionando el trabajo, a través de su flexibilidad.
El estado Venezolano no es la excepción, con la informatización del trabajo, el aumento del desempleo, la precariedad contractual, los salarios desrregulados, la inseguridad industrial, el sindicalismos de las empresas entre otros. Es notable la modalidad de exclusión, desarraigo, incertidumbre, acentuación de las desigualdades. Ahora bien hay quienes consideran que los modelos rígidos de la estructuras Taylor-fordistas no permiten la creatividad del trabajo, la valoración del mismo en equipo y el conocimiento individual del trabajador, lo que conllevaría a nuevas fuentes de empleo, pero es de preguntarse hasta donde la flexibilidad laboral, mejorara la calidad de empleo y apuntando a la desregularización del sistema normativo existente, en búsqueda de ganancia para la plusvalía y menores beneficios para el trabajador.
Ahora bien a mi modo de ver son este tipo de efectos que, en los procesos de transformación exigen una redefinición de las relaciones laborales, en la que, no únicamente están interesados sindicatos y trabajadores, patrones y empleadores, sino la sociedad en general, porque adonde estamos marchando no es únicamente a la pobreza, sino a la exclusión social, personalmente, observo con preocupación la reconstitución del género social, y la reorganización del mercado laboral.
Críticamente el mercado de trabajo ha sido despojado de su retórica más amable, al permitir la optimización y adaptación de los factores de la producción, a las variaciones de la economía. La tecnología no ocurre por azar, son las fuerzas dominantes en un determinado contexto histórico las que determinan su curso; su importancia es evidente en el terreno laboral ya que la influencia en las relaciones de trabajo y organización de la producción a nivel interno de las empresa, radican en el entorno de la sindicalización, las negociaciones colectivas, el marco legal y el mercado de trabajo. Es bien conocido por todos que desde la Revolución industrial hasta la aplicación de las nuevas tecnologías que invaden día a día a día los cambios industriales, están revolucionando el trabajo, a través de su flexibilidad.
El estado Venezolano no es la excepción, con la informatización del trabajo, el aumento del desempleo, la precariedad contractual, los salarios desrregulados, la inseguridad industrial, el sindicalismos de las empresas entre otros. Es notable la modalidad de exclusión, desarraigo, incertidumbre, acentuación de las desigualdades. Ahora bien hay quienes consideran que los modelos rígidos de la estructuras Taylor-fordistas no permiten la creatividad del trabajo, la valoración del mismo en equipo y el conocimiento individual del trabajador, lo que conllevaría a nuevas fuentes de empleo, pero es de preguntarse hasta donde la flexibilidad laboral, mejorara la calidad de empleo y apuntando a la desregularización del sistema normativo existente, en búsqueda de ganancia para la plusvalía y menores beneficios para el trabajador.
Ahora bien a mi modo de ver son este tipo de efectos que, en los procesos de transformación exigen una redefinición de las relaciones laborales, en la que, no únicamente están interesados sindicatos y trabajadores, patrones y empleadores, sino la sociedad en general, porque adonde estamos marchando no es únicamente a la pobreza, sino a la exclusión social, personalmente, observo con preocupación la reconstitución del género social, y la reorganización del mercado laboral.
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